Al Hospital Nacional de Clínicas

¡Oh mi viejo Hospital, tener quisiera
Elocuente la voz y más vehemente,
Para dejar que el futuro enalteciera
Lo que anhelo exaltar en el presente!

Inmenso y luminoso me parece
De tus columnas encenderse un mito,
En un tiempo divino en que florece
Un amor que en tu altar se torna rito.

Yo bebí como otros toda ciencia
En tu pródigo seno do se forma,
La febril juventud que con tu esencia
Bulle airosa y feliz mientras te colma.

Tú nos viste llegar con paso incierto
El día primero de nuestra carrera,
Mas hiciste que el triunfo fuera cierto
Y fecunda en acción toda la espera.

En los días de guardia, parecías
Mantener en alerta omnipotente
Y en el novel oído nos decías,
El camino a seguir inteligente.

Las puertas del quirófano se abrieron
Con su arte precioso y delicado,
Y con hábil pericia esculpieron
En los dedos oficio tan amado!

Servidor nos hiciste del hermano
Con el apostolado de la Medicina,
Y el corazón por ti fue más humano
Por la noble misión que es tan divina.

¡Cuantas mentes preclaras has formado
En tu copa tan llena que enaltecen,
A tu nombre magno que embriagado
Es padre de varones que engrandecen!

Tus gradas tan gastadas por los pasos
De los que llegan a Ti por el consuelo,
Son las mismas pisadas por nosotros
En el diario luchar por nuestro anhelo.

Tus puertas como el roble fuertes
Son ejemplo vivo de la fortaleza,
Al transponerlas nos sentimos rientes,
Huyendo de nosotros la flaqueza.

Silenciosas tus salas arrebatan
Por esa abnegación que anidan,
Y en exaltada suavidad desatan
La urna de piedad que abrigan.

Tus paredes vetustas tienen vida
Y arrugadas están por el desvelo,
Por saber compartir la despedida,
Los dolores y penas en el suelo.

Tú, mi viejo Hospital, eres regazo
Del pobre, del enfermo y desvalido,
Y tus salas benditas el abrazo
Donde encuentra calor, hasta el perdido!

Y también tu jardín tiene ternura.
Porque crece la rosa más ardiente,
O la hierba silvestre se hace pura
Acunada a la sombra de tu frente.

La solemne oración de las hermanas
Se eleva por la tarde estremecida
Y renace de luz por las mañanas,
Para llamar la Fe, si está dormida.

Y los enfermos van a la capilla
Donde nace la férvida esperanza,
Volviendo con un alma sin mancilla
Que sana donde el médico no alcanza!

Es por eso que el cielo que te cubre
Pareciera más límpido y grandioso,
Dios hará que el sol siempre te alumbre,
¡Oh mi viejo Hospital, por lo glorioso!

Prof. Dra. Norma Acerbi Cremades
Profesor Consulto de la Universidad Nacional de Córdoba.
Tomado del libro RECUERDOS DEL AYER Y EL HOY EN EL HOSPITAL NACIONAL DE CLINICAS
Ed. Talleres Gráficos UNC- Mayo 2003

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